Al final de cada dia

Diario Estrategia, Septiembre 1991

 “Naturalmente, nuestras inquietudes fundamentales son transcendentes y espirituales, pero el bienestar y el desarrollo se miden en bienes”

Al final de cada día, las personas quieren llegar a su casa y estar en paz con sus familias.

Al final del día, quieren tener la sensación de haber desempeñado un gran trabajo digno y útil; quieren contar con la seguridad de una remuneración adecuada o, al menos, con la esperanza cierta de que esa remuneración mejorara en su trabajo actual o en otros alternativos.

Al final de cada día, determinaran también la manera de aumentar su bienestar con esos ingresos.

Al respecto, el profesor Paul A. Samuelson señala que uno de los principales problemas económicos es el de las sociedades pobres que siguen luchando por desarrollarse. Al iniciar la exposición del tema, lo hace citando a Francis Hacketts  “Creo en todos los resultados de un saludable materialismo: la buena cocina, casas secas, alcantarillado, cañerías, agua caliente, baños, luz eléctrica, automóviles, buenas carreteras, ideas nuevas. Creo en todo eso para todos”.

Lo anterior puede parecer quizás excesivamente materialista naturalmente, nuestras inquietudes fundamentales son trascedentes y espirituales, pero el bienestar y el desarrollo se miden en bienes.

En un artículo anterior cité al economista Jorge Ahumada. En su libro “En vez de la miseria”, mencionando el bajo patrón de la vida de los chilenos al iniciarse la década de los 60, el  señalaba: “Basta recordar la mortalidad infantil, en gran déficit de vivienda, las deficiencias dietéticas, el hecho de que el promedio de educación es de 3 años de escuela primaria, la carencia de bienes durables como el teléfono, el refrigerador, la aspiradora y las tantas cosas del mismo estilo, que en el país son consideradas manifestaciones de riqueza”.

Así, pues, un distinguido profesor de economía vinculado en aquellos días a los llamados “sectores progresistas” coincida en que la posibilidad de adquirir estos bienes de consumos durables representaba una forma de riqueza.

En el mes de mayo de 1990 se publicó por el Programa de Naciones Unidas, PNUD , un nuevo indicador de bienestar económico, llamado Índice de Desarrollo Humano, que se define como el proceso de ampliar las opciones del ser humano, principalmente, una vida larga y sana, educación y acceso a los bienes que forman un estándar  de vida decente. Curiosamente, los bienes que allí se consideran son básicamente los mismos que menciona el profesor Ahumada y que también están contenidos en la cita de Samuelson.

En este sentido, entre otro beneficio, la apertura de nuestras operaciones de comercio exterior ha significado la posibilidad real de importar directamente muchos bienes de consumo durables, o bien, de importar maquinaria y equipos para producirlos en Chile. En el caso de los refrigeradores, lavadoras, autos, televisores, que hoy en día están presentes en una proporción mucho mas alta en los hogares chilenos que hace 20 o 30 años.

Este resultado beneficioso para los chilenos se obtiene a pesar de las voces agoreras de muchos que se opusieron a lo que le llamaron una teoría excesivamente librecambista. Alucian los problemas derivados de exceso de marcas y de modelos, dificultades de repuestos, servicios técnicos poco adecuados en el futuro, proliferación de bienes sanitarios, etc. El Estado debía intervenir, para “poner orden”. Felizmente, aquellos especialistas no tuvieron éxito en sus peticiones ni en sus proyecciones; y esperamos que no lo tengan en el futuro.

Así, si continuamos nuestro desarrollo basado en la libertad, en el esfuerzo privado y el trabajo sostenido, podremos, al final de cada día, continuar aumentando las opciones de bienestar de los chilenos.