- Es esencial desarrollar nuestra capacidad para enfrentar el mercado mundial en condiciones de igualdad
- Traspaso de activos a inversionistas extranjeros ha traído beneficios al país.
Soy una mezcla rara – dice, a manera de presentación. Y después se explaya acerca de los fundamentos de su rareza y los motivos que la originaron:
La mezcla consiste –explica- en que no me he limitado a los estudios propios de mi profesión de abogado, sino he incursionado en la economía y otros campos afines porque entiendo (y estos son los motivos) que hoy en día, para desempeñarse con eficiencia, es preciso un grado de preparación mucho mayor. Solo así podemos tratar en igualdad de condiciones con nuestros socios del mercado mundial y obtener esa posición “de fortaleza” que es esencial para desarrollar buenos negocios…
El autor de estos pensamientos es José Luis López Blanco, y el currículum que entrega al final de la entrevista testimonia en sus onces carillas que el concepto de “mezcla rara” no hace plena justicia a tanta excentricidad: asistencia a más de diez seminarios sobre materias económicas y financieras, incluyendo (cosa insólita para un abogado) uno de matemáticas, más de veinte publicaciones en órganos chilenos y extranjeros, y actividades que abarcan desde el comercio exterior hasta el manejo de banco y gestión de industria forestal.
Resultado institucional: José Luis López y Cía. y Asesorías de Comercio Exterior S.A., ambas a cargo de Asesorías legales, comerciales y financieras de grupos de la dimensión de Carter Holt Harvey, Fletcher Challenge Group, Mair and Co., Cameron Hombostel, etc… A parte de una docena de otras empresas o grupo de empresas nacionales.
Resultado personal: La capacidad para haber dictado numerosos seminarios en Chile y el extranjero sobre materias relacionadas con el comercio exterior y, también, por qué no, para dar una entrevista que más bien tuvo vistos de una extensa clase magistral sobre los orígenes jurídicos, sociológicos, económicos y culturales del libre comercio en Chile y las razones del mismo orden que justifican plenamente su continuación y consolidación.
A nombre de don Fernando VII
Santiago, 21 de febrero de 1811, La Junta Provisional de Gobierno que a nombre del señor don Fernando VII manda este reino, considerado el estado actual de las cosas de Europa y que todos los hombres tienen ciertos derechos imprescriptibles con que los ha dotado e Creador para procurar su dicha, su prosperidad y bienestar, en vista del expediente de la materia ha creado y decretado lo siguiente: 1° Desde la fecha de este decreto en adelante, los puertos de Valdivia, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo quedan libres al comercio de las potencias extranjeras, amigas y aliadas de España y también de las neutrales.
En este sitio el dedo de don José Luis se mueve unos centímetros para indicar la Ordenanza de Aduanas de 1811, donde señala: “Art. 19. La introducción marítima de dinero para comprar frutos o efectos del país y llevar al extranjero, constando este destino, será enteramente libre de derechos”. Luego: Art. 30°. “Los fabricantes, agricultores y artesanos extranjeros desde que sean avecindados en este Reino, deben reputarse como naturales de él, y así sus facturas se mirarán como del país para que gocen de las rebajas y extensiones que se concedieren a ellas…”
Y fortificado con estas citas, José Luis López entrega toda su argumentación a favor de las diversas disposiciones que en los actuales días del Reino favorecen la entrada de inversiones extrajeras: Mi concepto acerca de las normas que se dicten sobre comercio exterior es que estas deben recoger lo que es un país, lo que ha sido siempre su espíritu y actitud sobre la materia, y en el caso de Chile, esta ha sido siempre el de no entrabar esas actividades. Ya lo vio usted: las primeras disposiciones legales que recoge nuestra historia van derechamente al establecimiento de una irrestricta libertad de comercio. Y esta situación se mantuvo por muchos años, de hecho casi un siglo y medio, periodo en el cual Chile participó activamente en el comercio mundial. Hombres de negocios chilenos participaban en el negocio o del oro en California, nuestros barcos surcaban el Pacífico y mercaban con las costas de oriente, nuestra moneda y valores se transaban en la Bolsa de Londres. Y por supuesto recibíamos inversiones extranjeras sin limitaciones de ninguna clase. Y así fue hasta la crisis de los treinta, momento en el cual Chile se recoge sobre sí mismo, en busca de protección ante el desastre, y se dictan las primeras leyes de control de cambios, leyes que eran consideradas, y así se lee en su articulado, como “leyes transitorias”, de emergencia. De hecho, se estatiza el comercio exterior y las inversiones extranjeras, que pasan a ser tuteladas por el Estado. Sólo en 1950 esta situación se modificó un tanto, y sólo ahora, en los últimos años hemos restablecido las condiciones de libertad económica que nos eran originales. En verdad, hoy en día es más claro que nunca que el concepto de “economía-isla” es insostenible; es preciso conectarse con el mundo, invertir y dejar invertir, exportar e importar, comerciar en suma sin restricciones ni complejos. Y en todo este proceso, la inversión extranjera es clave, clave que por lo demás fue planteada por el propio Jorge Ahumada en su obra “En vez de la Miseria”, escrito en 1957, mucho antes que sus camaradas de partido derivaran hacia las concepciones comunitarias que enarbolaron en 1964.
Una cosa es conocer la clave, y otra poseerla. ¿Cómo lograr que esa inversión extranjera sea lo suficientemente masiva como para producir un efecto en gran escala en el ritmo de desarrollo?
Desde luego, yo ya no hablaría de “inversión extranjera”, esa es una palabra con connotación negativa. Sugiere la colonia explotada por un invasor, hace pensar en el “enclave” o factoría aislada del resto del país. Yo hablaría más bien de inversión “internacional”, lo cual no es un mero cambio de palabras porque connota los cambios estructurales que se han producido en esta materia. Ya no es posible para nadie adoptar una actitud rapaz, un enfoque de corsario deseoso de llevarse el botín al menos costo posible; las relaciones son tan múltiples, las opciones son tantas, la información tan difundida y masiva que las relaciones comerciales tienden a tener una estructura “paritaria”, como se refleja en los “Joint ventures”, que proliferan en todas partes. Nadie pretende quedarse con todo, se entiende que se requiere una colaboración para que los involucrados obtengan una adecuada compensación. Y en ese contexto que la inversión extranjera no debe verse como una amenaza, sino como una oportunidad que supone, claro, que participemos muy preparados, desde esa posición de fortaleza, que le mencioné.
Aceptando su supuesto, se acepta entonces sin cuestionamiento el capítulo 19…
Efectivamente, pues pienso que ha sido una solución adecuada al tiempo en que se creó, a la situación que enfrentábamos. Chile escogió un camino sensato que, además, implícitamente, significaba un reconocimiento real por parte del acreedor de que tenía que “hacer una pérdida”; si hay pues, un perjudicado; no somos precisamente nosotros…
¿Y el traspaso de activos? ¿También ha sido un perjuicio para los extranjeros?
En todo caso no ha sido en negocio leonino que algunos han descrito. De hecho, ha permitido la realización de actividades y negocios que de otro modo no hubiesen existido, tal como lo plateó Antonio Recabarren, en su diario, aunque no estoy de acuerdo con él de que con Copec haya sido distinto, tomando en cuenta que el “asunto Copec” ocurrió en 1985, cuando la situación del país era muy débil en diversos sentidos, la operación fue beneficiosa: permitió que una empresa que estaba por los suelos se recuperara, y ahora usted ve que está comprometida en inversiones del orden de los mil millones de dólares. Pero volviendo al tema general de la deuda, yo agregaría que un enfoque que hubiera estado basado en la espera del “perdonazo”, no sólo habría sido ilusorio, sino habría fomentado la clase de actitud que busca soluciones caídas del cielo, fáciles y a corto plazo, o sea, precisamente la clase de actitud que no debemos desarrollar si pretendemos una posición de fortaleza de la que le hablé, y que es esencial para llevar a cabo los negocios en condiciones de igualdad. Chile ha aprendido de su historia y está aprendiendo cada día. Mantener esa actitud es esencial. Agradezcamos las condiciones que han hecho que, en vez de terratenientes, tengamos ahora una clase empresarial y una clase trabajadora primer nivel.
¿Considera que el proyecto de ley orgánica para el Banco Central es uno de los “repaso” que se están legando al próximo gobierno para que no olvide las lecciones?
No estoy cien por ciento al tanto de dicha ley, la estoy estudiando en sus detalles, en todo caso entiendo cuál es el objetivo que persigue. En todo caso me pregunto qué hubiera podido hacer Büchi para poner en práctica sus medidas si se hubiera enfrentado a un Banco Central ya organizado según el proyecto.
A juicio de López, el desarrollo y consolidación del libre comercio con el mundo es promisorio para Chile, y no teme que el esfuerzo en ese sentido se pierda ante el constante deterioro de los términos de intercambio, proceso por el cual el valor relativo de las mercancías manufacturas se hace cada vez más superior al de las materias primas o semi elaboradas.
Estamos llegando a la etapa de la exportación de manufacturas – asegura- para lo cual la actual etapa era y es necesaria. Nadie nos va a comprar un mueble en vez de madera en bruto simplemente porque les caigamos políticamente simpáticos, o porque decretemos que “de hoy en adelante sólo se exportan veladores y cómodas, nunca más rollizos”. Tenemos que hacer creíble nuestra producción, conquistar poco a poco los mercados con eficiencia, con calidad. Este es un proceso largo pero que dará sus frutos, como ya los ha dado en muchas áreas que hasta hace poco ni siquiera existían. Pero para eso debemos avanzar con calma y cautela, con sensatez.
¿No teme Ud., que las presiones sociales que –se dice- se desencadenarán en el próximo gobierno pueden echar todo por tierra?
Esas presiones van a existir, pero hay que afrontarlas sin asustarse. Habrá, es cierto, expectativas y necesidades que tendrán que resolverse, y creo que la receta es equilibrar redistribución con crecimiento. Y respecto a la redistribución, los empresarios tienen una responsabilidad que va más allá de los que establezca el gobierno, especialmente en el campo de la capacitación: es esencial que seamos capaces de integrar a la mayor cantidad de personas al sistema poniéndolos en condiciones de desempeñarse en funciones más elevadas, con lo cual no sólo darán más fortaleza al país, sino les demostrará en carne propia que el sistema es algo que les incumbe personalmente. Lograrlo es cuestión de supervivencia del modelo a largo plazo.




